En la segunda mitad de los años 20, Mussolini comenzó a imaginar la creación de un imperio africano que otorgase a Italia el papel de gran potencia colonial. La propaganda fascista alentaba el deseo de dominio del Mediterráneo a la manera en que lo había hecho la Antigua Roma. Italia ya había conquistado parte de Libia, Eritrea y Somalia, pero lo que hacía especialmente apetecible a Abisinia (Etiopía), era el no estar cubierta por zonas desérticas y ser susceptible de una intensa explotación económica.
Batería italiana. 1936.
El 3 de octubre de 1935, sin previa declaración de guerra, el ejército italiano penetró en Abisinia, contando con la oposición del Reino Unido, la tibieza de Francia y el total apoyo de Alemania. El emperador Haile Selassie intentó infructuosamente oponerse a los invasores.
La Sociedad de Naciones impuso sanciones a Italia en noviembre. Mussolini respondió con la salida de la delegación italiana de dicho organismo. Las sanciones, sin embargo, no llegaron a tener efecto y, de hecho, fueron retiradas el 4 de julio de 1936.
La débil reacción de las potencias democráticas y el apoyo de Alemania animaron al dictador italiano a consumar la conquista del territorio. El moderno ejército motorizado del general Pietro Badoglio destruyó completamente al ejército abisinio. Haile Selassie se vio obligado a abandonar la capital Addis Abeba, que cayó en manos italianas el 5 de mayo de 1936.
Tras la conquista de Abisinia, Mussolini proclamó el nacimiento del Imperio Italiano, del que también formaría parte el Dodecaneso griego (perteneciente al Imperio Turco, y ocupado por Italia en 1912). En 1939 invadió Albania.
La remilitarización de Renania