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La debilidad de las democracias |
La Guerra de 1914 y, más tarde la Crisis de 1929, dejó a las potencias democráticas europeas en una situación de gran debilidad. Estados Unidos, sumido igualmente en una profunda crisis económica, optó por una política aislacionista y de neutralidad. Estas circunstancias fueron aprovechadas por las potencias totalitarias (Alemania, Italia y Japón) para emprender una agresiva campaña de reivindicaciones territoriales que implicaba de hecho la alteración de los acuerdos de 1919.
Cola de desempleados en Londres a la puerta de una casa de caridad. 1930
Frente esa actitud, Reino Unido y Francia optaron por una "política de apaciguamiento" (“appeasement”), cuyo principal valedor fue el primer ministro británico Neville Chamberlain, sensible a la opinión pública mayoritaria de su país, totalmente contraria una posible guerra. Consideraba que si se concedían a Hitler algunas de sus más perentorias demandas, como la anexión de ciertos territorios fronterizos que contaban con minorías germánicas (caso de los sudetes), éste se contentaría y abandonaría su política revisionista de Versalles.
En la Conferencia de Munich, celebrada en septiembre de 1938, y en la que participaron el primer ministro británico Chamberlain, el francés Daladier, Hitler y Mussolini, las potencias europeas consintieron en la anexión por Alemania del territorio checoslovaco de los Sudetes. El gobierno checoslovaco no fue invitado al encuentro, de ahí su opinión de que su país había sido traicionado por Francia y Reino Unido. Chamberlain, a su regreso a Londres, fue recibido como un héroe, ya que buena parte de los británicos pensaban que había logrado evitar la guerra.
Neville Chamberlain a su regreso de Munich exhibe el documento del tratado. 1938
Como se vería más tarde, la política expansionista de Hitler no cesó con la anexión de los Sudetes, sino que tuvo continuidad en los siguientes meses, con la anexión de la totalidad del territorio checoslovaco.
Finalmente las potencias democráticas comprendieron que la estrategia de apaciguamiento, inaugurada con la anexión japonesa de Manchuria en 1931, no había dado el fruto esperado. Todo lo contrario, propició la ocupación italiana de Abisinia (1935-36), la remilitarización de Renania (1936), la Guerra civil española y el Anschluss austríaco. La transigencia solo había servido de estímulo a las ansias expansionistas de los estados fascistas.
Francia y Reino Unido interpretaron que el verdadero peligro para la supervivencia del liberalismo y la democracia provenía de la URSS.
Stalin y el ministro alemán Ribbentrop tras la firma del Pacto de no agresión. 1939
También Stalin recelaba de las democracias occidentales y vislumbró en una posible alianza con Alemania la solución para defender sus intereses. En agosto de 1939, poco antes del estallido de la guerra, los ministros de asuntos exteriores soviético (Molotov) y alemán (Ribbentrop), firmaron un “Pacto de no Agresión” que, entre sus cláusulas secretas, estipulaba la invasión y el reparto de Polonia.
La política de pactos