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La contraofensiva soviética (1942-1944) |
Tropas soviéticas equipadas para el frío contraatacan en Moscú. Diciembre de 1941
La llegada del invierno de 1941 frenó el fulgurante avance de los ejércitos alemanes. Hitler les ordenó detenerse a las puertas de Moscú con el fin de reanudar la campaña en la primavera de 1942. Pero las tropas soviéticas iniciaron un contraataque que los desalojó de algunas de sus posiciones. Hitler destituyó al comandante en jefe Von Brauchitsch y asumió personalmente la dirección del ejército, dando instrucciones a sus tropas de no retroceder bajo ninguna circunstancia.
Infantería de asalto alemana en Stalingrado. Septiembre de 1942
En verano de 1942 los alemanes iniciaron una nueva ofensiva hacia el sur, para controlar los yacimientos petrolíferos del Cáucaso y tomar Stalingrado (actual Volgogrado), importante centro industrial y de comunicaciones a orillas del río Volga. La ciudad fue objeto de intensos ataques, quedando reducida a escombros. Las bajas en ambos bandos fueron enormes, especialmente en el soviético. En octubre los alemanes habían logrado hacerse con el 80% de la ciudad. Pero la lucha calle por calle y casa por casa, entre ruinas, dificultó la intervención de las unidades acorazadas y la artillería pesada alemanas. La acción de los francotiradores causaba estragos entre sus oficiales. La maquinaria de guerra alemana estaba a punto de colapsarse. Von Paulus pidió a Hitler permiso para retirarse, pero éste dio la consabida orden de resistir a "cualquier precio".
Soldados soviéticos en Stalingrado
En noviembre de 1942 los rusos, comandados por Zhúkov, contraatacaron y cercaron al ejército alemán que, tras una encarnizada pugna, exhausto, capituló el 23 de febrero de 1943. 90.000 soldados fueron hechos prisioneros, junto a su comandante en jefe, Von Paulus. Otros 150.000 habían muerto durante la batalla.
La Batalla de Stalingrado ha sido considerada como la más sangrienta de la historia. En ella perdieron la vida, junto a cientos de miles de soldados, más de un millón de civiles rusos. Algunos la han definido como “guerra de ratas” por las extremas condiciones en las que desarrollaron los combates, entre un mar de ruinas, con escasos suministros de alimentos, sin recursos médicos y en unas condiciones higiénicas deplorables, dado que cientos de miles de cadáveres se corrompían entre los escombros.
Cualquier consideración humanitaria fue obviada y fueron muchos los fusilados por su propio bando, acusados de deserción o tibieza en el combate. Draconianas fueron las órdenes del jefe de los defensores de la ciudad, el general Chuikov, quien utilizó a la población civil en los combates, negando en muchos casos la asistencia a los heridos y enviando a la muerte a miles de soldados en operaciones suicidas.
El Mariscal Friedrich Paulus en el momento de rendirse a los soviéticos
Stalingrado representó una auténtica debacle para los ejércitos alemanes. Tras la derrota de Kursk (julio-agosto de 1943), la mayor batalla terrestre de la historia (intervinieron 2 millones de hombres y 3.000 blindados) los alemanes se vieron forzados a pasar a la defensiva. A partir de entonces el envite del ejército soviético fue imparable. En verano de 1944 Rusia era liberada. En primavera las tropas soviéticas entraban en Polonia, Rumanía y Bulgaria. A principios de 1945 penetraron en Prusia oriental, ya en territorio alemán. Hungría, Eslovaquia y Austria también cayeron. Yugoslavia fue liberada por los partisanos de Tito en octubre de 1944, con el apoyo de los soviéticos. En octubre de 1944 Finlandia expulsó a sus antiguos aliados, ahora convertidos en oponentes.
Como efecto secundario del avance soviético, en agosto de 1945, las tropas alemanas que ocupaban Grecia fueron evacuadas. Tras su liberación, el país quedó postrado en un estado de preguerra civil a consecuencia del enfrentamiento mantenido entre las diferentes facciones políticas.
Los reveses de Japón