Desde comienzos del siglo XX, Japón era una de las principales potencias del planeta. Basaba su prosperidad económica en una moderna industria y en las exportaciones, especialmente las realizadas a China y Estados Unidos. Su población creció vertiginosamente y su ejército se situó entre los más poderosos del mundo, tal y como se pudo apreciar en la Guerra con Rusia de 1905. Al mismo tiempo, inició una política expansionista que se materializó en la anexión de Corea en 1905 y en las constantes injerencias en la política China.
La Depresión de los Treinta golpeó con fuerza la economía japonesa, ya que sus tradicionales clientes impusieron barreras aduaneras a sus productos. Para los líderes japoneses se convirtió en vital la construcción de un imperio propio desde el que poder controlar el acceso a las materias primas y asegurar un extenso mercado para sus mercancías. Pusieron sus ojos en el norte de China, más concretamente en la región de Manchuria.
Tropas japonesas entrando en la localidad de Shenyang. 18 de septiembre de 1931
En 1931, se produjo un incidente en el que se vio envuelto el ejército japonés que custodiaba el ferrocarril del Sur de Manchuria, de propiedad nipona. Japón acusó a los chinos (divididos en facciones independientes del poder central de Pekín) de volar parte del tramo de dicho ferrocarril. Muchos pensaron que en realidad los responsables del sabotaje habían sido miembros del propio ejército japonés, y que el acto era una mera excusa para anexionarse el territorio chino.
En 1932 Japón, alegando la defensa de sus intereses, y una vez expulsadas las tropas chinas, creó la República de Manchukuo. En realidad no era sino un protectorado intervenido por los nipones a través de un gobierno títere encabezado por el último emperador de China, Puyi, apeado del trono tras la proclamación de la República China en 1912. En 1934 sería nombrado emperador de Manchukuo, hasta que en 1945, tras la derrota japonesa en la II Guerra Mundial, desapareció como estado.
China, impotente para abortar la anexión de Manchuria, elevó una protesta en la Sociedad de Naciones. La respuesta de Japón fue que su acción se justificaba por la situación de anarquía en que se encontraba inmersa China, en legítima defensa de sus intereses. Ante la condena de la Liga de Naciones y el no reconocimiento del nuevo estado, Japón abandonó la organización en 1933.
Soldados chinos combatiendo a los japoneses en Shanghai. 1937
A partir de 1937 Japón acometió la invasión del resto de China, originando la Guerra Chino-Japonesa, que se extendería hasta 1945, ya dentro de la Segunda Guerra Mundial.
La anexión de Manchuria puso de relieve la debilidad e inoperancia de la Sociedad de Naciones. Supuso asimismo un claro precedente del que tomarían buena nota Alemania e Italia en sus anexiones de Austria, Checoslovaquia Polonia, y Abisinia.
La conquista italiana de Abisinia