Frente
al ascenso de esas organizaciones, la
burguesía conservadora, representada
por rancias formaciones políticas, fue incapaz
de adaptarse a la nueva situación. Por ello,
durante los años veinte y treinta, optó
por la vía
autoritaria y
violenta que ofrecían los partidos de filiación
fascista como fórmula para remediar la progresiva pérdida
de su influencia económica, social y política.