Para
llevar a cabo su misión el jefe debía
rodearse de una
élite competente,
preparada y portadora de la razón y la verdad.
Los
individuos eran considerados
ineptos para la asunción de responsabilidades
y la toma de decisiones por sí mismos, su
papel en la sociedad fascista era el de
súbditos,
no ciudadanos de pleno derecho.