La persona existía
en tanto existía el Estado y quedaba
subordinada a las necesidades de
éste. Se invirtieron así los fundamentos
del Estado liberal cuyo poder emanaba de los individuos.
El Estado fascista se fundamentaba en la fuerza,
el liderazgo y la jerarquía, no en
el
sufragio, ejerciendo un absoluto control
de la sociedad. La
división de poderes
fue menospreciada y el
ejecutivo
se apropió de las funciones del legislativo y el judicial.