La
derrota
alemana le causó una profunda consternación
y responsabilizó de ella a los políticos
socialistas, comunistas y judíos quienes,
según él, habían asestado desde
la retaguardia una
“puñalada
por la espalda” al valeroso ejército
alemán. Consideró la firma del
Tratado
de Versalles como una humillación
inaceptable y se impuso la
tarea
de devolver a Alemania su papel de potencia respetada
y temida en el mundo.