La
presión del fascismo sobre los partidos
y organizaciones obreras coincidió con una
profunda
desunión de la
izquierda.
Así por ejemplo, en Alemania,
comunistas
y grupos
extremistas criticaban
a los moderados
socialdemócratas,
acusándolos de tibieza frente al capitalismo
y la derecha. Con ello contribuyeron a
la
desestabilización de la
República
de Weimar, cuyo principal activo radicaba
precisamente en la izquierda moderada.