Antiliberalismo
y anticapitalismo
Los
ideólogos fascistas tildaron al liberalismo
de ser una ideología débil,
incapaz de frenar al auge del comunismo e ineficaz
para mantener el rumbo de una economía sometida
a crisis cíclicas. La democracia y el sufragio
universal se consideraron métodos artificiales e inútiles
que intentaban igualar la natural desigualdad entre los hombres.
La
libertad, encarnada en los derechos de expresión,
asociación o reunión fue contemplada
con desdén: intelectuales
y artistas fueron hostigados cuando
no se ajustaron a los estrechos cauces establecidos por el
Estado fascista. |
Sigmund Freud
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Mussolini como líder |
Los
partidos políticos fueron catalogados como instrumentos de desmembración social y, en
aquellos países donde el fascismo alcanzó
el poder, fueron ilegalizados y perseguidos.
La unidad del Estado se consideró
sagrada y para preservarla, se confíó
en la acción de un único
partido bajo el liderazgo del jefe
o caudillo. |
El
capitalismo se identificó con los
financieros y banqueros judíos,
calificados como elementos degenerados
de la burguesía. Se distinguió claramente
entre la figura del gran capitalista,
sinónimo de usurero corrupto, y la del empresario,
honrado, laborioso y solidario con la comunidad. |
Ilustración antisemita |
El anticapitalismo
fascista fue reiteradamente pregonado como el origen de la explotación
de los trabajadores. Como contrapartida, se pusieron en en práctica ciertas medidas de carácter social: participación de los obreros
en los beneficios empresariales, creación de sistemas de seguridad
social, etc. |
Cartel sindical
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Empresarios,
trabajadores y producción fueron puestos
al servicio del Estado. Se encuadró a los
obreros en ramas organizadas según
la actividad laboral (construcción,
textil, metalurgia, etc), en las que también
fueron integrados los empresarios. Los sindicatos
de izquierda, surgidos para defender los intereses
de la clase trabajadora frente a la patronal, fueron
eliminados y sustituidos por organizaciones estructuradas
al modo militar. |
Sin
embargo, a pesar de ese discurso propagandístico,
Hitler, Mussolini y otros dictadores fascistas se
apoyaron y defendieron al gran capital,
al que recurrieron como fuente de financiación
en su camino hacia el poder. Una vez alcanzado
éste, la alianza con los grandes empresarios
se estrechó aún más, hasta constituirse en la columna
sobre la que se vertebró la economía.
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Factoría FIAT en Turín |
SA |
Para
granjearse el apoyo del capital fue necesario,
en ciertos casos, eliminar aquellos
sectores que en el seno de la propia organización
fascista postulaban cambios sociales revolucionarios. Así sucedió en Alemania,
cuando Hitler destruyó la influencia de las
SA en la "noche de
los cuchillos largos", durante la
cual fue asesinado Ernst Röhm, principal líder de la organización, junto con otros dos centenares de
mandos. |
Algo
similar tuvo lugar en España:
el general Franco, una vez concluida
la contienda civil, procedió a reorganizar
Falange Española de las JONS
(Decreto de Unificación, 1937), la
principal formación de carácter fascista
española, despojándola de su contenido
revolucionario, lo que provocó
la oposición de algunos de sus más significados
líderes, caso de Manuel Hedilla, que fueron represaliados. |
Cartel falangista |
Antimarxismo
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