“Ruego a los señores liberales que
me digan si ha habido en la Historia un gobierno fundamentado
en la voluntad exclusiva del pueblo y que haya renunciado
al empleo de la fuerza. No ha habido nunca un gobierno
semejante, ni lo habrá. La opinión es
cambiante como las arenas en la playa. No puede existir
siempre y no puede ser total. Nunca ha habido un gobierno
que haya hecho feliz a todos sus gobernados. Sea cual
fuere la solución que se dé a un problema,
quedará siempre un grupo de insatisfechos, aunque
se estuviera en posición de la verdad divina.
Así como en geometría no se ha conseguido
la cuadratura del círculo, en política
se está asimismo muy lejos de ello. Si viene
a ser así insoslayable que cada medida del gobierno
crece insatisfacción, ¿como impedir que
la insatisfacción se extienda y llegue a ser
un peligro para la fortaleza del Estado? Eso se conseguirá
con el poder. Con la utilización de este poder,
con su inexorable utilización cuando sea necesario.
Quitadle a un Estado el poder -es decir, el poder físico
y armado- y dejadle únicamente dotado de sus
inmortales principios; no cabe la menor duda de que
dicho gobierno será víctima del primer
grupo organízado que esté decidido a hundirle.
El fascismo ha arrojado al rincón de las cosas
inservibles esta teoría montada contra la vida.
Cuando un grupo o un partido está en el poder,
se ve obligado a fortificarse allá y defenderse
contra todos. La verdad que salta ante los ojos de cuantos
no estén ciegos por la venda del dogmatismo,
es que el hombre está cansado acaso de la libertad.
La libertad no es hoy aquella virgen virtuosa y prudente
por la que lucharon y murieron en la primera mitad del
pasado siglo. Para la juventud inquieta, intrépida
y ruda que aparece en los albores de esta nueva hora
histórica, hay otras palabras que poseen una
mayor fascinación y disciplina. Este pobre liberalismo
italiano que lucha y aspira a una mayor libertad, está
tremendamente retrasado. Está alejado de toda
la comprensión y escapa a cualquier oportunidad.
Se habla de las simientes para las que llegará
la primavera. ¡Qué ocurrencia tan chistosa!
Algunas semillas mueren bajo la capa invernal. El fascismo,
que no tuvo temor alguno en calificarse de reaccionario,
cuando muchos de los actualmente liberales estaban atemorizados
por el engendro victorioso (el socialismo), no teme
de ninguna manera calificarse hoy de aliberal o antiliberal.
El fascismo no está dispuesto a ser víctima
de ciertos trucos habituales.”
Mussolini. Poder y consenso. Artículo
publicado en marzo de 1923.
Recogido en: Nolte. El Fascismo, de Mussolini a Hitler.
1975.