“El fascismo niega que el número,
por el solo hecho de ser número pueda dirigir las
sociedades humanas, niega que este número pueda
gobernar gracias a una consulta periódica. Afirma
la desigualdad indeleble, fecunda y bienhechora de los
hombres, que no es posible nivelar gracias a un hecho
mecánico y exterior como el sufragio universal.
Se puede definir a los regímenes democráticos
como aquellos que dan al pueblo, de tiempo en tiempo,
la ilusión de la soberanía (...). El fascismo
rechaza de la democracia la absurda mezcla convencional
de igualdad política, el hábito de la irresponsabilidad
colectiva, el mito de la felicidad y del progreso indefinido.
Pero si la democracia puede entenderse de modo diferente,
si ella significa no dejar al pueblo al margen del Estado,
el fascismo puede ser definido por el que escribe estas
líneas como una 'democracia organizada, centralizada
y autoritaria. (...).
Ni agrupaciones (partidos políticos, asociaciones,
sindicatos) ni individuos fuera del Estado. Por consiguiente,
el fascismo es contrario al socialismo que limita el movimiento
histórico al punto de reducirlo a la lucha de clases
y que ignora la unidad del Estado que, de suyo, funde
las clases en un sólo bloque económico (...).”
Benito Mussolini. La doctrina del fascismo, 1932.
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