El
resultado de las políticas deflacionistas constituyó un fiasco, pues tan sólo consiguió
reducir aún más la
demanda y la
producción,
acentuado con ello la depresión.
Por otra parte, el
proteccionismo comercial
impidió el concierto global de las economías y determinó el fracaso de aquellos que intentaban salir de la crisis de manera coordinada, tal y como
se puso de manifiesto en la frustrada
Conferencia
de Londres (1933).