Para sus defensores, la riqueza
del Estado no radica ni en la acumulación
de metales preciosos (mercantilismo) ni exclusivamente en la agricultura (fisiocracia),
sino en la libertad. El Estado no ha de intervenir
en la actividad económica, ha de dejar
total libertad a la iniciativa y a la empresa privadas. Su principal teórico
fue Adam
Smith (1793-1790), quien expuso su pensamiento en
la conocida obra "La
riqueza de las naciones".
Frente a los mercantilistas A. Smith sostiene que la
responsabilidad económica del Estado debe ser
mínima y ha de ser sustituida por el Interés
Personal.
El mercado es el que regula las relaciones
económicas mediante la Ley de la Oferta
y la Demanda. Según ésta, cuando
la oferta supera la demanda, los productores han de
bajar los precios a fin de estimular las ventas; de
igual modo, cuando la demanda es superior a la oferta,
los compradores presionan al alza el precio de los bienes.
Estas ideas tuvieron correspondencia en el liberalismo político, que tuvo un importante desarrollo a lo largo del siglo XIX.
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