“Los estatutos para regular los salarios
y el precio del trabajo son otro absurdo y un daño
muy grande para el comercio. Absurdo y descabellado debe
parecer seguramente el que una tercera persona intente
fiar el precio entre comprador y vendedor sin su mutuo
consentimiento. Pues ¡para qué sirve un ciento
de leyes reglamentarias, si el jornalero no quiere vender
al precio estatuido, o el amo no quiere pagarlo? Y, sin
embargo, si aún esto fuera posible, todaví
existe una gran dificultad, a saber: ¡cómo
puede usted obligar a trabajar al jornalero, o al dueño
a que le de trabajo a menos que ellos mismos convengan
en ello? Y si ellos convienen ¿por qué usted
u otro cualesquiera habrían de intervenir?”
Tucker. Instructions. 1757.
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