La mortalidad catastrófica es aquella
en que el número de defunciones
excede lo habitual. Es producida por algún
hecho excepcional, sea una
epidemia, una guerra o una devastación
natural (terremoto, erupción
volcánica, etc). Repercute sobre
todos los niveles de la población,
y no solo sobre los más expuestos, como
es el caso de los ancianos. Sus consecuencias
económicas y sociales son muy notables.
En la mortalidad catastrófica del Antiguo
Régimen incidían especialmente
las epidemias, provocadas por enfermedades de
carácter infeccioso y fácil difusión,
en un contexto de escasa higiene y mala alimentación.
Una vez se desataba una epidemia, ésta
remitía únicamente de forma espontánea,
sin el concurso de una medicina escasamente
desarrollada y carente de suficientes recursos
científicos para atajar el mal.