El 20 de junio de 1789, los diputados que se dirigían
a la reunión de los Estados Generales encontraron
las puertas de la Cámara donde se celebraban
las sesiones cerradas por orden del rey (so
pretexto de unas reparaciones). Ante el temor
de que éste celebrase reuniones al margen
de la asamblea, los representantes del Tercer Estado
se desplazaron al juego de pelota
de Versalles ("jeu de paume")
para continuar sus deliberaciones. Allí juraron,
inspirados por Mounier y Sieyès,“no
separarse jamás y reunirse cuando así
lo exigiesen las circunstancias hasta que la constitución
del Reino sea establecida...”
Más tarde, algunos representantes progresistas
de la nobleza y el clero accedieron a unirse a la
asamblea, que a partir del 17 de junio había
tomado el nombre de Nacional, con
el fin de preparar una constitución
para Francia. El 27 de junio de 1789 comienza la
labor de la Asamblea Constituyente,
dando así lugar a la primera etapa del proceso
revolucionario.
Entretanto, la situación
económica de Francia fue degradándose,
agravada por una crisis de subsistencias
que disparó los precios del pan, afectando
singularmente a las clases populares. La tensa situación
social se materializó en disturbios en la
capital y otras ciudades. El 14 de julio
la Bastilla, cárcel real parisina,
fue asaltada por una muchedumbre, entre la cual
se contaban numerosos sans-culottes.