Mortalidad
catastrófica
La mortalidad catastrófica
es aquella en que el número de defunciones excede
lo habitual. Es producida por algún hecho excepcional,
sea una epidemia, una guerra o una devastación
natural (terremoto, erupción volcánica,
etc). Tiene repercusiones sobre todos los niveles
de la población, y no solo sobre los más
expuestos, como es el caso de los ancianos. Sus consecuencias
económicas y sociales son notables.
En la mortalidad catastrófica
del Antiguo Régimen incidían especialmente
las epidemias, provocadas por enfermedades
de carácter infeccioso y fácil difusión,
en un contexto de escasa higiene y mala
alimentación. Una vez se desataba
una epidemia, ésta remitía únicamente
de forma espontánea, sin el concurso de una medicina
escasamente desarrollada y carente de suficientes recursos
científicos para atajar el mal.
A veces, los brotes epidémicos
alcanzaban singular virulencia y extensión, dando
lugar a pandemias que trascendían
las fronteras de regiones y estados, originando un brusco
y generalizado descenso demográfico.
Es clásico el ejemplo de la PESTE
NEGRA, desencadenada en 1348 en la Europa
medieval y que alcanzó gran repercusión
por su virulencia, duración y extensión.
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