“Europa occidental y, en 1870, principalmente Gran
Bretaña, eran el taller industrial del mundo. Un
economista inglés se maravillaba en 1866 de que
Inglaterra tuviera entonces sus graneros en Chicago y
Odessa, sus bosques en Canadá y en el Báltico,
sus ovejas en Australia y sus minas de oro y plata en
California y en el Perú, mientras tomaba el té
que le llegaba de China y el café de las plantaciones
de las Indias Orientales.
(...) Los artículos, los servicios, el dinero,
el capital, las personas se movían en todas direcciones
sin tener en cuenta las fronteras nacionales. Los negociantes
en trigo, por ejemplo, seguían los precios en Mineápolis,
en Liverpool, en Buenos Aires y en Danzig, por la información
telegráfica y cablegráfica cotidiana. Compraban
donde estaba más barato y vendían donde
estaba más caro.”
Palmer y Coton. Historia Contemporánea.
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