“En el curso de una sola generación, Alemania
pasó de ser una colección de estados económicamente
atrasados que formaban un conglomerado político
en el centro de Europa, a constituir un imperio unificado
de rápido avance gracias a una industria en acelerada
expansión y fundada sobre una adelantada base tecnológica.
Esta transformación, al estar acompañada
por un recurso deliberado a la fuerza militar como instrumento
de política nacional y por un nacionalismo exacerbado,
representó un acontecimiento de importancia histórica
capital (...).
Las circunstancias dominantes antes y a lo largo del proceso
de surgimiento industrial alemán confirieron al
capitalismo de este país sus rasgos específicos.
Estos incluían, hablando someramente, una alta
concentración del poder económico en las
industrias avanzadas, una asociación estrecha entre
industria y bancos, así como la combinación
de una estructura institucional tradicional y arcaica
con las formas políticas separadas, con sus propios
sistemas legales, monetarios, de pesos y medidas, y con
sus propias fronteras aduaneras.”
T. Kemp. La revolución
industrial en la Europa del siglo XIX.
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