“Hasta el siglo XVIII había muy poca necesidad
de capitales, debido al corto número de máquinas
empleadas en los talleres. Los capitales entonces se dirigían
o hacia la tierra o hacia el comercio marítimo
(...). En el origen de muchas empresas industriales, se
encuentra una aportación de capitales, individuales
o familiares, de poco valor, pero suficientes (...). Los
beneficios anuales fueron regularmente reinvertidos, lo
que explica el rápido incremento del capital, estimulado,
naturalmente, por los buenos negocios (...). Parece que
la industria británica financió ella misma
en lo esencial sus cambios (...).”
Sin embargo, esta autonomía no es total, y en particular
la incidencia del comercio exterior -tanto por la aportación
de capitales procedentes del negocio, como por el papel
de las exportaciones en el desencadenamiento de las olas
inversionistas- se muestra muy importante.”
C. Föhlen. La revolución
industrial.
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