"Inglaterra no puede prescindir de las colonias,
pues sin colonias no hay comercio, sin comercio no hay
marina y sin marina Inglaterra no pasaría de
ser en Europa una potencia de tercer orden.
Como consecuencia de la defección de sus colonias
en el continente americano, Inglaterra se ve reducida
a sus posesiones en las Antillas, a su extenso asentamiento
en Asia ya sus factorías de África. Todas
esas colonias juntas no bastan para abastecer su marina
mercante, y por ende, su potencia marítima...
Sus islas productoras de azúcar son muy inferiores
a las nuestras. Sus posesiones asiáticas constituyen
para ella una fuente inagotable de riquezas, pero su
intercambio comercial queda limitado a artículos
de lujo, no proporciona salida alguna a sus objetos
manufacturados nacionales y no utiliza para ello más
que un menguado número de barcos y de marineros.
Otro tanto sucede con sus factorías de África
(...) y la trata de negros que allí practica
no tiene valor más que en la medida en que posea
extensas plantaciones por cultivar allende los mares,
en América.
Es esa necesidad imperativa de poseer inmensas colonias
que dependan de la metrópoli, que absorban sus
productos manufacturados y que den trabajo a un inmenso
plantel de marineros, lo que ha obligado, hasta ahora,
al gobierno inglés a adoptar esa postura tan
ciegamente obstinada de mantener a toda costa bajo su
yugo a los insurrectos. Es precisamente esa necesidad,
experimentada por la nación entera, la que la
impulsa a realizar, hoy en día, ingentes esfuerzos
y en la que se halla el origen del espíritu de
animosidad que, excepción hecha del partido de
la oposición, impera en contra de sus colonias
sumidas en la rebelión.
Si la pasión no tuviese por efecto enturbiar
el sereno entendimiento a la hora de reflexionar, el
gobierno inglés hubiese, ante todo, examinado
con detenimiento la naturaleza de sus colonias del continente
americano. Se hubiese percatado de que no era la misma
que la de las demás colonias europeas, que la
de las Antillas, por ejemplo, donde un reducido número
de blancos sin enjundia y enervados domina a un gran
número de negros y requiere de continuo la protección
de tropas extranjeras; donde el país, al no producir
más que artículos de lujo, depende totalmente
de Europa para todas las necesidades de la vida (...)
Las condiciones de vida reinantes en las colonias inglesas
del continente americano son completamente distintas:
son colonias agrícolas y pobladas en su mayor
parte por hombres libres; proporcionan a profusión
todos los artículos de primera necesidad y asimismo
muchos otros que sitúan a la metrópoli
en un estado de dependencia con respecto a ellas. Si
ésta, a su vez, las hace depender de ella a través
de sus manufacturas es mediante leyes forzadas y prohibitivas
que se sacudirán esos nuevos territorios, recobrando
su libertad, construyendo manufacturas del mismo estilo
para las cuales poseen además las materias primas
en su propio seno, y otorgando a todas las naciones
el libre acceso a sus puertos. Así pues, semejantes
colonias están indefectiblemente destinadas a
formar, el día de mañana, un Estado independiente
de Europa (...)"
Memoria del Conde de Broglie al Rey Luis XVI
de Francia. Febrero 1776.