"Sin la introducción de las spinning
machines ningún esfuerzo de los patronos o de
los trabajadores habría podido satisfacer la
demanda comercial.
Estas máquinas fueron usadas en el campo, aunque
en un primer tiempo a escala reducida: se creía
que doce husos constituían ya una gran instalación.
De otro lado, la incómoda posición en
que había que colocarse para hilar con dichos
instrumentos era inadecuada para los adultos, que veían
con asombro cómo niños de 9 a 12 años
las manejaban con destreza. De ese modo la abundancia
llegó a las familias que hasta entonces habían
estado agobiadas por el excesivo número de hijos,
mientras que los tejedores pobres se liberaban de la
servidumbre en la que habían vivido a causa de
la insolencia de los hiladores (...).
El invento y los progresos de las máquinas para
reducir el trabajo han tenido una gran influencia en
la extensión de nuestro comercio, y asimismo
han aumentado el empleo, especialmente de niños,
en las industrias algodoneras. Pero los sabios designios
de la Providencia implican que en esta vida no haya
beneficios que no vengan acompañados de desgracias.
Y en estas industrias algodoneras y en fábricas
similares hay muchas y obvias desgracias que contrarrestan
el crecimiento demográfico que se deriva de la
mayor facilidad de trabajo. En esas fábricas
se emplean niños de tiernas edades: muchos de
ellos, que estaban acogidos en las workhouses de Londres
y de Westminster, son trasladados en masa, para hacer
el aprendizaje, a industrias situadas a centenares de
millas de distancia; en ellas prestan sus servicios
ignorados, indefensos y olvidados por aquellas personas
a las que la naturaleza o las leyes habían confiado
su custodia. Por lo general estos niños están
obligados a trabajar demasiado tiempo en ambientes cerrados,
con frecuencia durante toda la noche: el aire que respiran
está envenenado por el aceite o por otras sustancias
utilizadas por las máquinas y nadie se preocupa
de sus condiciones higiénicas, al tiempo que
los constantes traslados de una atmósfera caliente
y densa a otra fría y enrarecida son causa de
enfermedades e invalideces, y concretamente de esa fiebre
epidémica tan común en esas fábricas.
Nos preguntamos si el modo en que estos niños
son empleados durante sus primeros años de vida
no va en detrimento de la sociedad. Por lo general,
al término de su periodo de aprendizaje ya no
resisten el trabajo y no son capaces de iniciar otra
actividad. Las mujeres no saben coser o tejer y desconocen
cualquier otra ocupación doméstica indispensable
para ejercer como laboriosas y parsimoniosas mujeres
y madres. Esta es una gran desgracia para ellos y para
la comunidad, como lo prueba tristemente la comparación
entre las familias de los trabajadores agrícolas
y las de los obreros de las industrias en general. En
las primeras encontraremos aseo, limpieza y bienestar,
y en las otras suciedad, harapos y pobreza, aunque su
salario sea el doble que el del agricultor. Hay que
añadir la falta de una adecuada educación
religiosa y de buenos ejemplos, así como que
la gran e indiscriminada promiscuidad que reina en estos
ambientes es muy dañina para la futura vida moral
de estos muchachos. Denunciar estos defectos es también
indicar sus soluciones, y en muchas fábricas
se han adoptado con verdadera generosidad y notable
éxito. Pero, aparte de ello, “la comunidad
tiene el derecho de asegurarse que sus miembros no sean
deliberadamente ofendidos o abandonados sin atenciones
(...).
Desde que se calmó la oposición del vulgo
al uso de máquinas para abreviar el trabajo y
se convencieron de su utilidad, se han instalado hiladoras
en todos los campos de las proximidades de Bolton, sobre
todo donde hay abundancia de agua (...).
[En Dukinfiel] esta elaboración del algodón,
al tiempo que da trabajo a gente de todas las edades,
de otro ha debilitado a muchas personas, o ha retrasado
su crecimiento, provocando un alarmante aumento de la
mortalidad. Las causas de ello en gran parte deben atribuirse
a la nefasta costumbre, justamente desaprobada por el
doctor Percival y por otros médicos, de obligar
a los niños a trabajar día y noche en
las industrias: en ellas las escuadras de muchachos
se tumban a dormir en los mismos lechos de los que se
ha levantado otra escuadra, impidiendo que las habitaciones
sean aireadas".
John Alkln. A description Of the country from
thirty to forly miles round Manchester. Londres. 1795.