La pintura representa a un grupo de
náufragos inmersos en un mar enbravecido, hacinados
en una frágil balsa a la deriva entre los cadáveres
de sus compañeros. Géricault capta el
momento en que pasan de la desesperanza a la exaltación
máxima al divisar en el horizonte un barco que
puede ser su salvador.
La combinación
de figuras idealizadas y la agonía tratadas con
extremo realismo, así como su gigantesco tamaño
y la minuciosidad de los detalles provocaron una fuerte
poléimica entre los artistas de tradición
neoclásica.