El salario de un obrero variaba considerablemente: un
albañil ganaba cuarenta sueldos, un carpintero
o un ebanista podían llegar hasta cincuenta. No
es mucho si tenemos en cuenta que el pan de cuatro libras,
indispensable en la dieta del obrero, costaba en tiempo
normal entre ocho y nueve sueldos, pero en épocas
de crisis podían alcanzar los doce y quince sueldos,
e incluso veinte, es decir, la mitad del salario cotidiano
de un obrero medio. Por una parte, el pan representaba
normalmente el 50 por 100 de los gastos de un obrero,
las legumbres y el vino el 16 por ciento, el vestido el
15 por 100, la luz el 1 por 100. Además debía
alimentar y alojar a su familia.”
Godechot, J. Los orígenes de la Revolución
Francesa.
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