“El tratado de Nanking concedía
satisfacción casi completa a las exigencias de
Gran Bretaña. El comercio inglés no se vería
ya limitado al puerto de Cantón; otros cuatro,
en China central y del sur, se abrirían en lo sucesivo
a su comercio (...). En dichos puertos abiertos los ingleses
podrían establecer su residencia y dependerían,
en materia criminal, de sus propios tribunales consulares
y tendrían derecho a establecer relaciones comerciales
directas con la población china. Los derechos aduaneros
se limitarán (...) Por tanto, China perdía
su autonomía aduanera (...). finalmente, la isla
de Hong Kong, inmediata a Cantón, se convertía
en colonia inglesa; plaza comercial ciertamente, pero
también base naval que permitiría asegurar
la protección de los intereses ingleses.”
P. Renouvin. Historia de las relaciones
internacionales. 1955.
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