"Aunque nuestra teoría
señale que es una importancia vital atribuir a
los organismos centrales ciertos poderes de dirección,
hoy dia confiados en su mayor parte a la iniciativa privada,
ello no significa ni mucho menos un amplio dominio de
la actividad económica. En lo que respecta a la
propensión de consumir, el Estado se dirigirá
a ejercer sobre ella una acción, a través
de su política fiscal, mediante la determinación
de la tasa de interés y tal vez también
por otros medios. En cuanto al flujo de las inversiones,
es poco probable que la influencia de la política
bancaria sobre la tasa del interés baste para acelerar
su valor óptimo. Asimismo, pensamos que una amplia
socialización de las inversiones se revelará
como el único medio de asegurar en lo posible el
pleno empleo, lo que no quiere decir que haya que excluir
los compromisos y todo género de fórmulas
que permitan al Estado cooperar con la iniciativa privada.
Pero fuera de esto, no se ve ninguna razón evidente
que justifique un socialismo de Estado que abarque la
mayor parte de la vida económica de la comunidad.
El Estado no tiene interés de encargarse de la
propiedad de los medios de producción. Si es capaz
de determinar el volumen global de los recursos consagrados
al incremento de estos medios, y de la tasa de interés
de la remuneración asignada a sus poseedores, habrá
realizado todo lo necesario. Las medidas de socialización
pueden por lo demás ser aplicadas de una manera
gradual y sin trastornar las tradiciones generales de
la sociedad (...).
Tan pronto como los organismos centrales hayan conseguido
restablecer un volumen de la producción que corresponda
a una situación lo más próxima posible
al pleno empleo, la teoría clásica recobrará
sus derechos (...).”
La existencia de organismos de dirección necesarios
para asegurar el pleno empleo, entrañará,
claro está, un amplia extensión de las funciones
tradicionales del Estado. Por otro lado, la teoría
clásica moderna ha llamado la atención sobre
los diversos casos en los que puede ser necesario moderar
o dirigir el libre juego de las fuerzas económicas.
Sin embargo, no subsistirá un amplio dominio sobre
ellas, al menos allí donde la iniciativa y las
responsabilidades privadas puedan ejercerse. En este contexto,
las ventajas tradicionales del individualismo conservarán
todo su valor (...).
El ensanchamiento de las funciones del Estado, necesaria
para la adaptación recíproca de la propensión
a consumir y de la incitación a invertir, parecería
a un publicista del siglo XIX o a un financiero norteamericano
de hoy, una horrible infracción de los principios
individualistas. Este ensanchamiento nos parece lo contrario
y como el único medio para evitar una destrucción
completa de las instituciones económicas actuales,
y como la condición para un feliz ejercicio de
la iniciativa individual."
J. M. Keynes. Teoría general del empleo,
del interés y de la moneda. 1936.
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