"La ideología nacional racista ve el valor
de la humanidad en sus elementos raciales de origen.
En príncipío considera el Estado sólo
como un medio hacía un determinado fin y cuyo
objetivo es la conservación racial del hombre.
De ninguna manera cree, por tanto, en la igualdad de
las razas, sino que, por el contrario, al admitir su
diversidad, reconoce también la diferencia cualitativa
existente entre ellas.
Esa persuasión de la verdad le obliga a fomentar
la preponderancia del más fuerte y a exigir la
supeditación del inferior y del débil,
de acuerdo con la voluntad inexorable que domina el
universo.
(...) El Estado tiene que empezar por hacer de la cuestión
raza el punto central de la vida general; tiene que
velar por la conservación de su pureza y tiene
también que consagrar al niño como el
bien más preciado de su pueblo. Está obligado
a cuidar de que sólo los individuos sanos tengan
descendencia.
(…) Todos aquellos que, en este mundo, no son
de raza pura, no son más que desechos."
Adolf Hitler. Mein Kampf. Mi lucha. 1924.