“La guerra de 1914 no fue impuesta
a las masas -Dios es testigo de ello-, sino todo lo contrario,
deseada por todo el pueblo […] También para
mí estas horas fueron como una liberación
de penosas impresiones de mi juventud. No me da ninguna
vergüenza decir hoy que, transportado por un entusiasmo
tumultuoso, caí de rodillas y agradecí al
cielo de todo corazón el haberme otorgado la dicha
de poder vivir en una época como aquella […]
[Para los alemanes, sin embargo] […] ¡fueron
vanos todos los sacrificios y todas las privaciones!,
¡fue en vano haber sufrido hambre y sed durante
meses interminables; inútiles las horas en que,
oprimidos por la angustia de la muerte, cumplíamos,
sin embargo, con nuestro deber! ¡Inútil el
holocausto de dos millones de hombres que encontraron
la muerte!
¿No van a abrirse las tumbas de estos centenares
de miles de hombres, que un día salieron de las
trincheras para no volver jamás? ¿No debieran
abrirse y enviar, como fantasmas vengadores, a los hombres
mudos, cubiertos de lodo y de sangre, hacia la patria
que con tal irrisión les escamotea el supremo sacrificio
que un hombre puede hacer por su pueblo en este mundo?
[…] ¿Fue este el objetivo del sacrificio
que la madre alemana ofrendó a la patria, cuando
con su corazón transido dejó partir a sus
hijos más queridos, para no volver a verlos jamás?
¿Todo esto ocurrió para que un puñado
de criminales pudiera apoderarse de nuestro país?”
Adolf Hitler. Mi lucha.1924.
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