"Lo que de modo natural pretendía
el conservadurismo era la estabilidad, así como
un orden asociado a la Europa de preguerra. [...] Desde
la instauración del sufragio universal, a partir
de la década de 7860, la izquierda se fue haciendo
cada vez más amenazadora, especialmente en la medida
en que invocaba cambios en las relaciones de propiedad.
Bajo esta presión, los miembros de las viejas elites
percibieron los mismos peligros que los dirigentes de
la burguesía. [...] Al llegar el siglo XX, la mayor
parte de las viejas élites se habían integrado
en un bloque defensivo con los representantes políticos
de la burguesía. Ambas fuerzas identificaban los
mismos enemigos y defendían las mismas prerrogativas.
Entre estos enemigos, el más preocupante fue el
de la socialdemocracia, fijando las reglas del ataque
tanto para los defensores del orden social como para sí
mismos. […] A los conservadores les gustaba proclamar
que el conflicto de clases, tal y como lo retrataban los
marxistas, era solo fruto de la imaginación de
agitadores y demagogos. A pesar de ello, dedicaron todos
sus esfuerzos a apuntalar aquellas mismas instituciones
que fundamentaban la dominación de clase a ojos
de la izquierda: ensalzaban al estado-noción, se
angustiaban ante la nacionalización de las minas
de carbón o los ferrocarriles, elogiaban la propiedad
y el espíritu de empresa."
Charles S. Maier. La refundación de la Europa burguesa.
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