“(...) Fundándose en esta convicción,
el Estado racista no particulariza su misión
educadora a la mera tarea de insuflar conocimientos
del saber humano, no; su objetivo consiste, en primer
término, en formar hombres físicamente
sanos, en segundo plano está el desarrollo de
las facultades mentales y aquí, a su vez en lugar
preferente, la educación del carácter
y sobre todo el fomento de la fuerza de voluntad y de
decisión, habituando al educando a asumir gustoso
la responsabilidad de sus actos, sólo después
de todo es lo viene la instrucción científica
(...).
Del mismo modo que el Estado racista tendrá un
día que dedicar la máxima atención
a la educación de la voluntad y de la fuerza
de resolución, deberá igualmente desde
un comienzo imbuir en los corazones de la juventud la
satisfacción de la responsabilidad y la fe en
su credo ideológico (...).
Por lo demás, es tarea de un Estado racista velar
porque al fin se llegue a escribir una Historia Universal
donde el problema racial ocupe lugar preponderante (…).
También la ciencia tiene que servir al Estado
racista como un medio hacia el fomento del orgullo nacional.
Se debe enseñar desde este punto de vista no
sólo la Historia Universal, sino toda la historia
de la cultura humana. No bastará que un inventor
aparezca grande únicamente como inventor, sino
que debe aparecer todavía más grande como
hijo de la nación. La admiración que inspira
todo hecho magno debe transformarse en el orgullo de
saber que el promotor del mismo es un compatriota. Del
innumerable conjunto de los grandes hombres que llenan
al Historia alemana, se impone seleccionar los más
eminentes para inculcarlos en la mente de la juventud,
de tal modo que esos hombres se conviertan en columnas
inconmovibles del sentimiento nacional (...).
La culminación de toda labor educacional del
Estado racista consistirá en infiltrar instintiva
y racionalmente en los corazones y los cerebros de la
juventud que le está confiada, la noción
y el sentimiento de raza. Ningún adolescente,
sea varón o mujer, deberá dejar la escuela
antes de hallarse plenamente convencido de lo que significa
la puridad de la sangre y su necesidad. Además,
esta situación desde el punto de vista racial,
tiene que alcanzar su perfección en el servicio
militar, es decir, que el tiempo que dure este servicio
hay que considerarlo como la etapa final del proceso
normal de la educación del alemán en general
(...).”
A. Hitler. Mi lucha. 1924.