“El fascismo se afirma a través de:
- Una concepción mística de la política
y de la vida en general, fundada en la fe en el activismo
irracional (otorga una gran importancia a la acción
directa para resolverlo todo) y en el menosprecio del
individuo ordinario, al cual se oponía la exaltación
de la colectividad nacional y de las personalidades fuera
de lo común (elites y superhombres), de ahí
el mito esencial en el fascismo, el del jefe (o caudillo).
- Un régimen político de masas (en el seno
de una movilización permanente de las masas y de
una relación directa entre el jefe y la masa, sin
intermediarios), fundado en el sistema de partido único
y en la milicia del partido, llevada a cabo mediante métodos
policíacos y por el control de todas las fuentes
de información y de propaganda.
- Un revolucionarismo verbal surtido de un conservadurismo
de fondo (...).
- La tentativa de crear una nueva clase dirigente, expresión
del partido y, sobre todo, a través de él,
de la pequeña y mediana burguesía.
- La creación e importancia de un potente aparato
militar.
Un régimen económico privado, pero caracterizado
por la tendencia a la expansión de la iniciativa
pública y por el paso del liderazgo económico
de los capitalistas y de los jefes de empresa a los altos
funcionarios del Estado, así como por la asunción
por parte del Estado, del papel de mediador en los conflictos
sociales (corporativismo) y por una orientación
autárquica.”
Renzo de Felice. Comprender el fascismo. 1975.
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