Arthur Miller
“El verano de 1932 fue probablemente el punto
más bajo de la depresión. Todo era muy
sencillo: nadie tenía dinero. El que sería
el último gobierno republicano en el curso de
dos décadas estaba a punto de recibir el finiquito,
sin ideas, y para nosotros como si dijéramos
en el cubo de la basura, falto incluso de la retórica
de la esperanza. Los recuerdos que tengo de aquel año
(...) Me configuraban una ciudad fantasma que poco a
poco se iba cubriendo de polvo, manzana tras manzana,
cada vez con más rótulos de SE TRASPASA
en sucios escaparates de tiendas y talleres abiertos
muchos años antes y en la actualidad cerrados.
Fue también el año de las colas en las
panaderias, de hombres sanos y robustos que formaban
en batallones de seis y ocho en fondo a lo largo del
muro de algún almacén, en espera de que
este o aquel organismo municipal improvisado, o el Ejército
de Salvación o cualquier iglesia, les diese un
tazón de caldo o un panecillo.”