“Hasta durante los años de la prosperidad
la situación de los campesinos se había
convertido en crítica; en el período 1927-1928,
por ejemplo, un 45% de las transferencias de la propiedad
inmobiliaria fueron debidas a las quiebras, las ejecuciones
fiscales u otras causas del mismo tipo (...) Las fuertes
bajas de los precios agrícolas no representaron
un aumento correspondiente de la demanda, y tampoco
tuvieron como consecuencia una disminución de
la producción como ocurría en la industria,
sino que provocaron un incremento del cultivo, esperando
compensar la pérdida sobre el precio unitario,
al aumentar la cantidad de unidades producidas”.
H. Gideouse. Revista económica internacional.
1934.