“A principios de marzo, al aumentar la penuria,
vinieron a esta ciudad unos tres mil pobres, la mayor
parte de los cuales, negros, tostados por el sol, extenuados,
débiles y en malas condiciones, daban muestras
evidentes de su necesidad (...). Y estos pobrecillos que
iban vagando por la ciudad, destruidos por el hambre (...),
morían de cuando en cuando por las calles, por
las plazas y bajo el palacio (...). Debiéndose,
por los presentes sucesos, deducir una advertencia para
saber cómo comportarse en el futuro, se recuerda
que sería necesario socorrer a los pobres de los
pueblos mandándoles grandes y suficientes limosnas,
prohibiéndoles después rigurosamente la
entrada en la ciudad, poniendo guardias en las puertas
y haciéndoles salir cuando hubieran entrado. Porque
actuando de este modo se conseguirá la preservación
de la patria de los inminentes males contagiosos, malignos
y epidémicos y se esquivará el tedio y el
tormento insoportable, el horror y el espanto que implica
una multitud rabiosa de gente medio muerta que asedia
a todo el mundo por las calles, por las plazas, por las
iglesias y a las puertas de las casas, de modo que no
se puede vivir con un hedor que apesta, con continuos
espectáculos de moribundos muertos y, sobre todo,
con tantos rabiosos que no se los puede sacar uno de encima
sin darles limosna, y a quien uno da acuden ciento, y
quien no lo ha experimentado no se lo cree.”
Medidas que un médico aconseja tomar en el futuro
a raíz de la hambruna de 1629 en Bérgamo
(Italia).
C. M. Cipolla. Contra el enemigo mortal e invisible.
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