“La soberanía es el poder absoluto y perpetuo
de la República (...). La soberanía no
es limitada, ni en poder, ni en responsabilidad, ni
en tiempo (...). es necesario que quienes son soberanos
no estén de ningún modo sometidos al imperio
de otro y puedan dar ley a los súbditos y anular
o enmendar las leyes inútiles (...). Dado que,
después de Dios, nada hay mayor sobre la tierra
que los príncipes soberanos, instituidos per
Él como sus lugartenientes para mandar a los
demás hombres, es preciso prestar atención
a su condición para, así, respetar y reverenciar
su majestad con la sumisión debida, y pensar
y hablar de ellos dignamente, ya que quien menosprecia
a su príncipe soberano menosprecia a Dios, del
cual es su imagen sobre la tierra.”