"Vivir en París durante la Primera Guerra
Mundial era más o menos como vivir en la línea
del frente. (...)
Durante la guerra, París
era un lugar peligroso para vivir. El problema fundamental
eran los bombardeos enemigos. (...) Un segundo peligro
era la presencia en la ciudad de talleres y fábricas
de armamentos. Cuando se producían accidentes,
bloques enteros de apartamentos quedaban reducidos a
escombros. (...)
En general, durante la guerra la vida en París
era gris y monótona. Se restringía el
uso de la iluminación pública y la privada,
y había tan poco carbón para la calefacción
hogareña que durante mucho tiempo perduró
el recuerdo de los inviernos pasados temblando de frío.
(...)
Lo único que no se racionaba era la diversión.
Tras una suspensión inicial, en 1914, los cines
y los teatros fueron abriendo, poco a poco. El Moulin
Rouge (...) reabrió sus puertas el 28 de noviembre
de 1914, con una serie de actos patrióticos."
J. M. Winter. La Primera Guerra
Mundial.