“La trinchera tiene una profundidad de dos o tres
hombres. Por tanto, los defensores se mueven por ella
como por el fondo de un pozo, y, para poder observar
el terreno que tienen delante o disparar contra el enemigo,
tienen que subir por escalones hechos en la tierra o
por escaleras de madera, al puesto de observación:
una larga tarima o saliente practicado en el talud,
de manera que quienes estén sobre él puedan
asomar la cabeza y mirar. Sacos de tierra, pedruscos
y planchas de acero constituyen el parapeto (...) Delante
mismo y a lo largo de las trincheras se extiende, casi
siempre en varias líneas, redes de alambradas,
enrejados de púas de alambre que detienen a los
asaltantes y permiten a los defensores disparar con
toda tranquilidad (...)”
Ernst Junger. Tempestades de
acero. 1920.