“Austria-Hungría experimentó una
prolongada crisis militar a partir de 1915. Los rusos
ocuparon Galitzia y los italianos (que entraron en guerra
ese mismo año, en virtud del Tratado de Londres)
empezaron a amenazar su frontera sur. Los intentos de
negociar un armisticio separado con los aliados fracasaron
estrepitosamente y el Imperio pasó a depender
totalmente de Alemania para su supervivencia militar.
Mientras tanto, el proceso normal de Gobierno estaba
fuertemente perturbado en el interior porque el bienintencionado
pero inexperto emperdor Carlos se mostró pronto
incapaz de mantener los lazos constitucionales de la
monarquía, los eslavos habían sido fuertemente
perturbados por la implantación de la ley marcial
y la conversión de los territorios en zonas militares.
Incluso los argumentos económicos para mantener
unida la monarquía se estaban desgastando con
gran rapidez. Toda la cuenca del Danubio estaba arruinada
por una serie de malas cosechas y por el bloqueo de
los aliados. Como consecuencia, cada una de las partes
del Imperio se vei forzada a la autarquía económica.
Para mayor desgracia, la revolución de marzo
de 1917 disipó el espantajo de la opresión
zarista y alivió así los eslavos dependientes
del imperio austríaco de uno de su más
grandes temores. El Gobierno Provisional de Rusia alentó
de hecho el separatismo dentro del imperio de los Habsburgos
al reconocer «el derecho de a naciones a decidir
sus propios destinos». La revolución bolchevique
de octubre de 1917 confirmó esta política
y la puso en práctica el retirarse de la zona.
La otra fuerza de cohesión que había sobre
el terreno era la influencia alemana. Alemania fue derrotada
en noviembre de 1918. No es ninguna casualidad que la
inminencia de esta derrota acelerase el resquebrajamiento
austrohúngaro. Cuando el emperador Carlos abdicó
(11 de noviembre), Austria-Hungría ya no existía.”
S. J. Lee. Aspectos de la historia
europea.